El dolor del último beso…
No hay una manera correcta o incorrecta de hacer el duelo. No hay emociones que se deban sentir o no sentir. No hay un número de meses o años que deba durar. El tiempo que cada persona necesita para elaborar el duelo es único y respetable. Sin embargo, cuando has sido atravesado por el dolor de la muerte de tu ser querido, a veces, evitamos hablar del tema y necesitamos anestesiar nuestras emociones. Si las emociones no fluyen o cuando nos vemos desbordadas por ellas , se van acumulando y nos quedamos sin recursos para funcionar en el día a día, en la vida. Y es que las personas no sienten lo que quieren sentir, sino lo que pueden sentir. Por esto es que, aunque el tiempo pasa, no nos sentimos mejor. Y, posiblemente, necesitemos la ayuda de un especialista que nos pueda ayudar a encontrar la manera de retener “el recuerdo” mientras dejamos ir los eventos dolorosas y traumáticos. Y así nuestras emociones volverán a fluir y, con ello, la vida.
Las emociones dejan de fluir porque todas las situaciones vividas y sostenidas en el tiempo: desde el momento del diagnostico, el tratamiento, la muerte misma, la muerte inesperada, el entierro, y lo que viene a partir de su ausencia, pueden llegar a ser extremadamente estresantes, confusas, dolorosas. Todo ello deja cicatrices no solo en nuestro corazón, sino también en nuestro sistema nervioso. El miedo y la tristeza “se afianzan” en nuestro sistema haciendo que la persona se sienta aún más confundida, ansiosa, depresiva, irascible, indefensa y otros síntomas que pueden provocar confusión, desconcierto y que la persona se desconecte de sí misma. Se puede incluso a llegar a tener imágenes intrusivas de los diferentes momentos vividos.
También hay personas que pueden llegar a sentirse culpables por estar bien. Creen que si están bien, olvidarán al ser querido, y no buscan ayuda para sanar su dolor y volver al equilibrio. Y esta situación puede ser aún mas frustrante si siente presión por parte de amigos y familiares que, en su afán por ayudar, les dicen “que hay que seguir, que ya llevan mucho tiempo mal”. No hay nada peor que aparentar estar bien cuando no se está. Esto lleva a que la persona se sienta más sola e incomprendida.
Quiero que sepas que hago una terapia especializada para sanar las “cicatrices” que la muerte del ser querido deja en tu corazón y cerebro. No importa si lloras la muerte de la pareja, de un hijo, de un hijo que no llego a nacer, de un padre o una madre, de un hermano, un amigo, o un incluso de una mascota, muchas personas se benefician de esta terapia. Aunque se requiere mucho valor para tomar el riesgo de ir a terapia y sentir la tristeza o el miedo que se ha querido evitar, el sufrimiento se puede trasformar. Puedes continuar a pesar de la ausencia, el recuerdo queda y la conexión con la persona que partió, es desde la tranquilidad y la serenidad. Como dice Sigmund Freud “Las emociones no expresadas nunca mueren. Son enterradas vivas y salen más tarde de peores formas”.
Soy psicóloga especializada en trauma. He tenido la fortuna de especializarme en las ultimas y herramientas psicológicas para trabajar con trauma y duelos de manera profunda, eficiente y rápida durante 25 años. He trabajado en Colombia, Nueva York, Australia, España y Londres, haciendo terapias intensivas de acompañamiento para la elaboración del proceso de duelo y trauma, para mi es un honor acompañar a las personas en este proceso.
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